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octubre 05, 2011

Palabras de Steve Jobs... Stanford University (2005)



Tengo el honor de estar hoy aquƭ con ustedes en este nuevo paso... en una de las mejores universidades del mundo. La verdad es que confieso que, yo nunca me graduƩ.

A decir verdad, esto es lo mÔs cerca que jamÔs he estado de una graduación universitaria.

Hoy os quiero contar tres historias de mi vida. Nada especial. Sólo tres historias.

La primera historia versa sobre “conectar los puntos”.

DejĆ© la Universidad de Reed tras los seis primeros meses, pero despuĆ©s seguĆ­ vagando por allĆ­ otros 18 meses, mĆ”s o menos, antes de dejarlo del todo. Entonces, ¿por quĆ© lo dejĆ©?

Comenzó antes de que yo naciera.

Mi madre biológica era una estudiante joven y soltera, y decidió darme en adopción. Ella tenía muy claro que quienes me adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer.

Solo que cuando yo nací decidieron en el último momento que lo que de verdad querían era una niña.

AsĆ­ que mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada a medianoche preguntando:

“Tenemos un niƱo no esperado; ¿lo quieren?”

“Por supuesto”, dijeron ellos.

Mi madre biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria, y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se negó a firmar los documentos de adopción. Sólo cedió, meses mÔs tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.

Y 17 aƱos mƔs tarde fui a la universidad. Pero de forma descuidada elegƭ una universidad que era casi tan cara como Stanford, y todos los ahorros de mis padres, de clase trabajadora, los estaba gastando en mi matrƭcula.

Después de seis meses, no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo.

Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habĆ­an conseguido a lo largo de su vida. AsĆ­ que decidĆ­ dejarlo, y confiar en que las cosas saldrĆ­an bien.

En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado.

En el momento en que lo dejƩ, ya no fui mƔs a las clases obligatorias que no me interesaban y comencƩ a meterme en las que parecƭan interesantes. No era idƭlico. No tenƭa dormitorio, asƭ que dormƭa en el suelo de las habitaciones de mis amigos, devolvƭa botellas de Coca Cola por los 5 cƩntimos del envase para conseguir dinero para comer, y caminaba mƔs de 10 Km los domingos por la noche para comer bien una vez por semana en el templo de los Hare Krishna.

Me encantaba.

Y muchas cosas con las que me fui topando al seguir mi curiosidad e intuición resultaron no tener precio mÔs adelante.

Les darƩ un ejemplo.

En aquella época la Universidad de Reed ofrecía la que quizÔ fuese la mejor formación en caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los póster, todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente caligrafiadas a mano.

Como ya no estaba matriculado y no tenía clases obligatorias, decidí atender al curso de caligrafía para aprender cómo se hacía.

Aprendƭ cosas sobre el serif y tipografƭas sans serif, sobre los espacios variables entre letras, sobre quƩ hace realmente grande a una gran tipografƭa.

Era sutilmente bello, histórica y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo encontré fascinante. Nada de esto tenía ni la mÔs mínima esperanza de aplicación prÔctica en mi vida. Pero diez años mÔs tarde, cuando estÔbamos diseñando el primer ordenador Macintosh, todo eso volvió a mí.

Y diseñamos el Mac con eso en su esencia. Fue el primer ordenador con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquél curso concreto en la universidad, el Mac jamÔs habría tenido múltiples tipografías, ni caracteres con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo mÔs que copiar el Mac, es probable que ningún ordenador personal los tuviera ahora. Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en esa clase de caligrafía y los ordenadores personales no tendrían la maravillosa tipografía que poseen.

Por supuesto, era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en clase, pero fue muy, muy claro al mirar atrƔs diez aƱos mƔs tarde.

Lo diré otra vez: no puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrÔs. Así que tienes que confiar en que los puntos se conectarÔn alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo, tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea.

Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha marcado la diferencia en mi vida.

Mi segunda historia es sobre el amor y la pƩrdida.

Tuve suerte — supe pronto en mi vida quĆ© era lo que mĆ”s deseaba hacer. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuando tenĆ­a 20 aƱos. Trabajamos mucho, y en diez aƱos Apple creció de ser sólo nosotros dos a ser una compaƱƭa valorada en 2 mil millones de dólares y 4.000 empleados.

HacĆ­a justo un aƱo que habĆ­amos lanzado nuestra mejor creación — el Macintosh — un aƱo antes, y hacĆ­a poco que habĆ­a cumplido los 30.

Y me despidieron.

¿Cómo te pueden echar de la empresa que tĆŗ has creado?

Bueno, mientras Apple crecía contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía junto a mí, y durante el primer año, mÔs o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a ser distinta y finalmente nos apartamos completamente. Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte.

AsĆ­ que a los 30 estaba fuera. Y de forma muy notoria.

Lo que habĆ­a sido el centro de toda mi vida adulta se habĆ­a ido y fue devastador.

Realmente no supe qué hacer durante algunos meses. Sentía que había dejado de lado a la anterior generación de emprendedores, que había soltado el testigo en el momento en que me lo pasaban. Me reuní con David Packard [de HP] y Bob Noyce [Intel], e intenté disculparme por haberlo fastidiado tanto. Fue un fracaso muy notorio, e incluso pensé en huir del valle [Silicon Valley].

Pero algo comenzó a abrirse paso en mĆ­ — aĆŗn amaba lo que hacĆ­a. El resultado de los acontecimientos en Apple no habĆ­a cambiado eso ni un Ć”pice. HabĆ­a sido rechazado, pero aĆŗn estaba enamorado. AsĆ­ que decidĆ­ comenzar de nuevo.

No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echaran de Apple fue lo mejor que jamÔs me pudo haber pasado.

Había cambiado el peso del éxito por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos mÔs creativos de mi vida. Durante los siguientes cinco años, creé una empresa llamada NeXT, otra llamada Pixar, y me enamoré de una mujer asombrosa que se convertiría después en mi esposa.

Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por ordenador, Toy Story, y es ahora el estudio de animación mÔs exitoso del mundo. En un notable giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT, yo regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT es el corazón del actual renacimiento de Apple. Y Laurene y yo tenemos una maravillosa familia.

Estoy bastante seguro de que nada de esto habría ocurrido si no me hubieran echado de Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No pierdas la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tienes que encontrar qué es lo que amas. Y esto vale tanto para vuestro trabajo como para vuestros amantes.

El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida, y la Ćŗnica forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideras un trabajo genial. Y la Ćŗnica forma de tener un trabajo genial es amar lo que haces. Si aĆŗn no lo has encontrado, sigue buscando.

No te conformes.

Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabras cuando lo hayas encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que sigue buscando hasta que lo encuentres.

No te conformes.

Mi tercera historia es sobre la muerte.

Cuando tenĆ­a 17 aƱos, leĆ­ una cita que decĆ­a algo como: “Si vives cada dĆ­a como si fuera el Ćŗltimo, algĆŗn dĆ­a tendrĆ”s razón”. Me marcó, y desde entonces, durante los Ćŗltimos 33 aƱos, cada maƱana me he mirado en el espejo y me he preguntado: “Si hoy fuese el Ćŗltimo dĆ­a de mi vida, ¿querrĆ­a hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados dĆ­as seguidos, sabĆ­a que necesitaba cambiar algo.

Recordar que voy a morir pronto es la herramienta mƔs importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida.

Porque prÔcticamente todo, las expectativas de los demÔs, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante.

Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estÔs desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.

Hace casi un aƱo me diagnosticaron cƔncer.

Me hicieron un chequeo a las 7:30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el pÔncreas. Ni siquiera sabía qué era el pÔncreas. Los médicos me dijeron que era prÔcticamente seguro un tipo de cÔncer incurable y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir: prepÔrate a morir.

Significa intentar decirle a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea tan fÔcil como sea posible para tu familia. Significa decir adiós.

Viví todo un día con ese diagnóstico.

Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el pÔncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando vio las células al microscopio el médico comenzó a llorar porque resultó ser una forma muy rara de cÔncer pancreÔtico que se puede curar con cirugía.

Me operaron, y ahora estoy bien. Esto es lo mÔs cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo mÔs cerca que esté de ella durante algunas décadas mÔs. Habiendo vivido esto, ahora les puedo decir esto con mÔs certeza en cuanto a la muerte... es un concepto útil, pero puramente intelectual: Nadie quiere morir.

Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allĆ­. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y asĆ­ tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo.

Ahora mismo lo nuevo son ustedes, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, se irƔn convirtiendo en lo viejo, y serƔn apartados. Siento ser tan dramƔtico, pero es bastante cierto. Nuestro tiempo es limitado, asƭ que no hay que gastarlo viviendo la vida de otro.

No se dejen atrapar por el dogma que es vivir segĆŗn los resultados del pensamiento de otros.

No dejen que el ruido de las opiniones de los demƔs ahogue vuestra propia voz interior.

Y lo mÔs importante, tengan el coraje de seguir a su corazón y su propia intuición.

De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demÔs es secundario.

Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth Catalog [CatÔlogo de toda la Tierra], una de las biblias de mi generación. La creó un tipo llamado Stewart Brand no lejos de aquí, en Menlo Park y la trajo a la vida con su toque poético. Eran los últimos años 60, antes de los ordenadores personales y la autoedición, así que se hacía con mÔquinas de escribir, tijeras, y cÔmaras Polaroid. Era como Google con tapas de cartulina, 35 años antes de que llegara Google, era visionario, y rebosaba de herramientas claras y grandes conceptos. Stewart y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y cuando llegó su momento, sacaron un último número.

Fue a mediados de los 70, y yo tenĆ­a la edad que ustedes tiene hoy.

En la contraportada de su último número había una fotografía de una carretera en medio del campo a primera hora de la mañana, la clase de carretera en la que podrías encontrarte haciendo autoestop si eres aventurero. Bajo ella estaban las palabras:

“Sigue hambriento. Sigue alocado”.

Era su Ćŗltimo mensaje de despedida. Sigue hambriento. Sigue alocado.

Y siempre he deseado eso para mĆ­. Y ahora, cuando se gradĆŗan para comenzar de nuevo, les deseo eso a cada uno de ustedes.

Seguid hambrientos. Seguid alocados.

MuchĆ­simas gracias a todos.


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